Durante décadas se culparon al colesterol total y al LDL de los accidentes cardiovasculares. Sin embargo surgió la paradoja de que muchas personas con LDL elevado no desarrollaban patología, por lo que no eran pacientes de riesgo. Con el tiempo apareció un nuevo actor en el escenario, el ApoB. Su relación con otro elemento del que te hablaré más adelante puede predecir mejor el riesgo que los marcadores clásicos.
¿Qué es el ApoB?
La apolipoproteína B es una proteína estructural esencial presente en la superficie de todas las lipoproteínas aterogénicas, aquellas que pueden depositar colesterol en las arterias y generar enfermedad cardiovascular. Cada partícula potencialmente dañina lleva una sola molécula de ApoB, por lo que medir este componente equivale a contar el número de elementos potencialmente nocivos que están circulando por dentro de los vasos sanguíneos.
Existen 2 tipos fundamentales de ApoB: el 100 y el 48. El primero se produce en el hígado y está presente en VLDL, LDL y Lp(a). El segundo se sintetiza en el intestino y participa en la formación de los quilomicrones, los transportadores de la grasa procedente de los alimentos al interior del organismo. Este último no se incluye en una analítica estándar.
Conocer el ApoB en la sangre es importante porque cada partícula con dicha proteína puede penetrar la pared arterial y contribuir a la aterosclerosis. Por este motivo puedes tener un LDL normal con muchas partículas pequeñas posiblemente nocivas o un LDL alto con pocas de ellas. Generalmente es adecuado que la concentración de ApoB se mantenga por debajo de los 80 mg/dL, mientras que si supera los 100 mg/dL hablaríamos de riesgo alto.
¿Qué dice la evidencia reciente?
Los ensayos más recientes nos muestran algunas cosas importantes respecto a la apolipoproteína B. En primer lugar que se puede medir con más precisión que el LDL-C (la fracción oxidada de las lipoproteínas de baja densidad). Esto refuerza su utilidad a nivel clínico. En segundo lugar que existe una asociación dosis-dependiente entre el exceso de ApoB y el riesgo de infarto de miocardio o de enfermedad aterosclerótica.
Esto último es importante porque las publicaciones actuales bien diseñadas no logran establecer una relación clara entre los niveles de colesterol total o de LDL y la incidencia de los problemas cardiovasculares. Es necesario un marcador más preciso para lograr discernir entre los sujetos sanos y los potencialmente enfermos.
De todos modos todavía existen ciertas barreras para el uso rutinario de ApoB en la bioquímica sanguínea. Algunos estudios encontraron una relación en forma de U entre los niveles de ApoB y la mortalidad. Esto sugiere que el contexto vuelve a ser importante a la hora de catalogar el riesgo entre los individuos. Por otra parte no está aceptado como estándar por la mayoría de la comunidad médica, lo que puede retrasar su implementación rutinaria.
Ratio ApoA/ApoB
No solo importan los niveles de ApoB como tal, sino que su relación con otra proteína, la ApoA, puede ser también determinante. La ApoA hace referencia a la principal proteína de las HDL, implicadas en el transporte reverso del colesterol. Una mayor presencia en la sangre de este compuesto podría considerarse protectora.
El ratio ApoA/ApoB mide el equilibrio entre las partículas que favorecen la aterosclerosis y las que protegen de este fenómeno. Lo ideal es que se mantenga por debajo de 0,6; considerándose alto cuando se sitúa por encima de 0,8.
Artículos recientes muestran que cada incremento de 0,1 en el ratio ApoA/ApoB se asociaba con un aumento de un 25 % en el riesgo de sufrir enfermedad coronaria. Incluso una publicación en Circulation afirma que existe una relación causal entre un ratio elevado y el riesgo de infarto que es independiente del IMC o de la glucemia.
Cómo afecta la nutrición al ApoB
Todo lo que afecte al metabolismo de los lípidos, triglicéridos o resistencia a la insulina se reflejará directamente sobre la concentración de ApoB en el organismo.
Podemos afirmar que el superávit calórico en contextos de sedentarismo eleva los triglicéridos hepáticos y estimula la producción de VLDL, por lo que incrementará también el apolipoproteína B. Un consumo frecuente de azúcares simples también, ya que genera resistencia a la insulina y reduce la actividad del receptor LDL, bajando el aclaramiento de estas partículas.
Es interesante limitar la fructosa dietética, sobre todo la que se consume en forma libre. Su ingesta se relaciona directamente con mayor producción de triglicéridos a nivel hepático. Los ultraprocesados actúan de una forma muy similar, por lo que también deben evitarse en la pauta de manera regular.
Con las grasas saturadas hay mayor controversia. Pueden provocar ligeros aumentos de LDL y de ApoB en contextos de dieta hipercalórica, pero no suelen generar el mismo efecto cuando la pauta es baja en carbohidratos o hipocalórica.
Por supuesto los omega 3 se consideran protectores y ayudan a disminuir los niveles de ApoB, del mismo modo que lo hacen la fibra y los antioxidantes dietéticos presentes en los vegetales.
Es curioso el efecto de la dieta cetogénica, ya que en algunas personas aumenta el LDL-C y el ApoB mientras que en otras personas no. Los estudios observacionales no vinculan esta pauta con mayor riesgo cardiovascular, por lo que se abre una brecha sin resolver al respecto.
ApoB, longevidad y envejecimiento vascular
Cada partícula con ApoB es capaz de infiltrarse en la pared arterial y activar una respuesta inflamatoria. Por este motivo una concentración elevada de dicho componente en la sangre se vincula con daño endotelial. Y es algo que ocurre independientemente del nivel de colesterol total, ya que lo que marca la diferencia aquí es la cantidad de partículas aterogénicas.
Algunos estudios de cohortes muestran que los sujetos con apolipoproteína B bajo viven más y tienen menor mortalidad total. Esto sucede hasta cuando se ajusta por edad, peso y presión arterial. De hecho en las personas mayores de 85 años el ApoB suele situarse en el cuartil inferior respecto a la población general, con un ratio ApoA/ApoB inferior a 0,6.
Hay que destacar que las células vasculares expuestas a ApoB muestran menor capacidad de reparación. También se vincula esta partícula con una senescencia celular elevada, alterando la respuesta vasodilatadora del individuo. Por lo tanto mantener el parámetro bajo se asocia con menor inflamación, un daño endotelial bajo y más años de vida útil. Con buenos hábitos esto suele ocurrir.
Referencias bibliográficas
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