¿Tu hijo antes comía de todo, pero de repente se ha vuelto selectivo con la alimentación y rechaza con las verduras? Te explico a qué puede deberse y cómo intentar solventar que sea uno de los comedores selectivos.
Sí, lo sabemos: las verduras no suelen estar entre los alimentos favoritos de los más pequeños pero su consumo es fundamental por el aporte de vitaminas, minerales y fibra (entre otros!). La buena noticia es que existen muchas estrategias para mejorar su aceptación. Pero antes, entendamos por qué ocurre este rechazo.
Muchos niños atraviesan etapas en las que rechazan ciertos alimentos, especialmente aquellos que tienen sabores amargos o texturas particulares. Este comportamiento, conocido como alimentación selectiva, puede llevar a una dieta muy limitada, desequilibrada e incluso poco saludable si se mantiene en el tiempo. A largo plazo, puede derivar en déficits nutricionales e influir negativamente en el crecimiento y desarrollo infantil.
Desde mi experiencia como nutricionista y enfermera en pediatría, una de las consultas más frecuentes que recibo es la preocupación de las familias por lo poco variada que puede llegar a ser la alimentación de sus hijos.
¿Por qué algunos niños comen de forma selectiva?
A día de hoy no hay una definición para este comportamiento selectivo, aunque se incluye la evitación a la ingesta de ciertos grupos de alimentos, evitar ciertos alimentos en función de sus características sensoriales, requerir presentaciones o preparaciones determinadas, comer una variedad limitada de alimentos y en cantidades inadecuadas o insuficientes.
El comportamiento selectivo suele estar influido por múltiples factores:
- Genética: La percepción del sabor, especialmente el amargo, está en gran parte determinada genéticamente. De hecho, un estudio con gemelos de entre 8 y 11 años concluyó que hasta el 78% del comportamiento selectivo tenía un origen genético.
- Cambios en la percepción del gusto: La capacidad para percibir el sabor de ciertos compuestos, como el sabor amargo, está determinada por la genética, lo que puede condicionar a determinadas elecciones alimentarias a lo largo de la vida. En la primera infancia, se tienden a preferir los alimentos dulces.
- Exposición durante la vida temprana. Desde el embarazo, el feto está expuesto a los sabores de la dieta materna a través del líquido amniótico. La lactancia materna también ayuda a familiarizar al bebé con distintos sabores, lo que puede facilitar la aceptación de nuevos alimentos.
- Tipo de leche de fórmula: Algunas fórmulas pueden influir en las preferencias futuras del niño, sobre todo si tienen potenciadores del sabor como el glutamato.
- Edad de introducción de alimentos sólidos: Introducir alimentos después de los 10 meses se ha asociado con una menor variedad en la dieta y menor consumo de frutas y verduras.
¿Qué es la neofobia alimentaria?
Es el rechazo a probar alimentos nuevos y está muy relacionado con la alimentación selectiva. Afecta hasta al 50% de los niños, sobre todo entre los 2 y los 7 años, y suele mejorar con la edad.
Un estudio de Barends et al. señala estrategias eficaces durante la alimentación complementaria:
- Iniciar con verduras, no con frutas.
- Ofrecer diferentes verduras cada día.
- Repetir la exposición al mismo alimento de forma regular (en ocasiones se
- Familiarizar visualmente al niño con las verduras, aunque no las coma.
Las experiencias tempranas con los alimentos son cruciales para el posterior desarrollo de las preferencias alimentarias y de hábitos a largo plazo, pudiendo persistir en la adolescencia e incidir en la calidad de la dieta en la etapa adulta.
¿Qué factores pueden predecir o proteger del comportamiento selectivo?
- Factores de riesgo:
- Introducción tardía de la alimentación complementaria
- Introducción tardía de alimentos con grumos (más allá de los 9 meses).
- Presión por parte de los padres y cuidadores para que el niño coma.
- Uso habitual de alimentos preparados o ultraprocesados.
- Variedad limitada de sabores y texturas en los primeros meses de la alimentación complementaria.
- Factores protectores:
- Comer en familia y ofrecer al niño la misma comida que el resto.
- Tener hermanos.
- Modelos positivos: cuando los padres comen de forma saludable, los niños tienden a imitar ese comportamiento. Se demostró que una alimentación saludable materna se asoció con una menor prevalencia de comportamiento selectivo un año después.
¿Qué consecuencias tiene una dieta selectiva?
Aunque no todos los casos tienen consecuencias graves, la alimentación selectiva puede derivar en:
- Menor consumo de frutas, verduras, cereales integrales, pescado y carne.
- Mayor consumo de alimentos azucarados o ultraprocesados.
- Déficits de hierro, zinc, vitaminas A, B6, C, E, tiamina, riboflavina y niacina.
- Bajo aporte de fibra dietética, lo que afecta al tránsito intestinal y la salud digestiva.
Se debe tener en cuenta que estas consecuencias pueden variar según el país, el contexto familiar y las costumbres alimentarias.
¿Cómo debo actuar como madre, padre o cuidador?
La mayoría de niños en un momento u otro pasan por un período de comer de forma selectiva, lo que puede ser difícil para los padres y cuidadores ver cuándo es necesaria una intervención nutricional y derivar a un profesional de la salud. En muchas ocasiones es una etapa común del desarrollo y es poco probable que cause un daño permanente a largo plazo.
La clave está en actuar con paciencia, sin presionar, y aplicar estrategias basadas en la evidencia:
Levene y Williams detallaron las siguientes estrategias:
- Ten expectativas realistas sobre las cantidades que puede comer tu hijo en cada etapa.
- Expón al niño repetidamente a los alimentos nuevos o desconocidos (pueden necesitar entre 10 y 15 veces para aceptarlos).
- Evita usar recompensas alimentarias para motivarles a comer, como premios.
- Mantén un enfoque positivo y evita la presión para “terminar el plato”.
- Come tú también los alimentos que le ofreces.
- Crea experiencias sociales en torno a la comida: comer juntos, ayudar en la compra y en la cocina.
- Evita snacks o bebidas azucaradas entre horas, que pueden reducir el apetito.
Estrategias para introducir más verduras
- Explicarles la importancia que tienen las verduras y hortalizas en la dieta, sus beneficios por colores, qué tipos de verduras hay, de dónde vienen… e incluso plantarlas! Si tenéis un hueco en casa para hacer un huerto, aunque sean pequeñas macetas, es una forma educativa de mostrarles de dónde provienen y a tener responsabilidad para sus cuidados.
- Ofrece los alimentos de forma repetida, pero sin ejercer presión. Ponles las verduras nuevas en pequeñas porciones en su plato junto con otros alimentos que les gusten y si no las tocan ¡no pasa nada!. Muchos niños necesitan una exposición repetida antes de probarlo de forma voluntaria.
- Sé ejemplo: Recuerda que los niños actúan por imitación. Si tú no comes verduras, ellos tampoco lo harán.
- Involúcralos en la elección, preparación y cocinado. Esto aumenta la curiosidad y la aceptación.
- Evita esconder siempre las verduras en purés. Es mejor que las conozcan, las toquen, las huelan y las vean y no generar desconfianza.
- No obligues ni uses el postre como premio. Esto puede generar relaciones poco saludables con la comida, debido a que le transmites que el ese es un buen alimento y aumenta el deseo por él.
Si aún así no lo consigues, no te rindas. Hay muchos niños que durante la infancia presentan neofobia, o el rechazo a probar nuevos alimentos, especialmente con las verduras. Recuerda que aunque no las coma, ofréceselas de nuevo, evitando caer en la tentación de no ponerlas en el plato porque no les gusta.
Referencias bibliográficas
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- Barends, C., Weenen, H., Warren, J., Hetherington, M. M., de Graaf, C., & de Vries, J. H. M. (2019). A systematic review of practices to promote vegetable acceptance in the first three years of life. Appetite, 137, 174–197. https://doi.org/10.1016/j.appet.2019.02.003
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