¿Exponerse al frío puede servir para perder peso? Pues bien, aunque los ensayos controlados muestran resultados heterogéneos, existe un mecanismo que podría explicar este resultado. Lo que queda es mejorar los protocolos de exposición y combinar dicha estrategia con un déficit calórico y con ejercicio físico. Al final los milagros no existen. No obstante, someterse a cambios en la temperatura corporal resulta un estresor que puede proporcionar ciertos beneficios para la salud si se hace con buen criterio.
Antes de entrar en materia, hemos de comentar que la exposición al frío se emplea sobre todo en el contexto deportivo para facilitar la recuperación. Sobre esto ya hay opiniones discordantes. Puede ayudar a reducir el dolor muscular al día siguiente, pero limitar el proceso inflamatorio posterior a un entreno intenso o competición limita las adaptaciones. Por lo tanto, no siempre interesa. Pero dentro del marco de la salud, la exposición al frío es una estrategia que se pone en práctica en muchos países, generalmente para estimular el sistema inmune.
¿Por qué el frío puede hacernos perder peso?
Lo más bonito a la hora de establecer una relación causa-efecto es entender bien el mecanismo por el cuál esto se produce. En este caso más o menos lo tenemos definido. Así que te voy a explicar, de la manera más sencilla posible, cómo es el proceso de la exposición al frío para perder peso. Realmente son varias las rutas, cascadas y factores que intervienen, pero el concepto en sí es relativamente simple.
Todo comienza con la señalización del frío. El organismo se da cuenta de la bajada de la temperatura gracias a la acción del tejido adiposo marrón, situado normalmente debajo de las clavículas. Este es bastante más activo desde el punto de vista metabólico que el blanco, su concentración puede atender a factores modificables y guarda una relación inversa con el peso corporal.
Una vez detectado el cambio de temperatura se envía una señal al hipotálamo para generar una respuesta compensatoria. Entra el juego el sistema nervioso simpático, que ejecuta órdenes independientemente de nuestra voluntad al respecto. Es probable que la tiroides desarrolle también un papel aquí, aunque esto no se sabe con certeza.
Sea como fuere la respuesta del organismo ante el mensaje hipotalámico es un incremento en la secreción de un neurotransmisor, la noradrenalina. Generalmente se asocia con un incremento del estado de alerta y, por lo tanto, del gasto energético. Aumenta la lipólisis y el cuerpo se prepara para un evento de carácter catabólico.
Llegados a este punto la señalización está en marcha. Solo falta activar el mecanismo de compensación. La clave para ello es una proteína situada en los adipocitos marrones conocida como UCP1 (termogenina). En respuesta a la noradrenalina provoca un cambio en el flujo de transporte de electrones dentro de la mitocondria, lo que desprende una cantidad importante de calor (y por lo tanto energía) para equilibrar de nuevo la temperatura corporal. Como la energía en esta vida no es gratis, será preciso catabolizar ácidos grasos y triglicéridos para su consecución. Y esto resultaría en menor porcentaje graso.
¿Y por qué los estudios muestran resultados heterogéneos?
Ante la limpieza de tal planteamiento nos queda definir el motivo por el que algunos ensayos no son capaces de establecer una relación causal significativa entre la exposición al frío y la reducción del porcentaje de grasa corporal. Bien, vamos a plantear una hipótesis al respecto.
Hemos de entender que en el organismo todas las respuestas y procesos fisiológicos están perfectamente relacionados, por lo que existen conductas compensatorias para retornar al punto de equilibrio. Ojo, dicho punto no significa salud, sino el lugar en el cual pasamos más tiempo. Explicado de forma sencilla, para una persona con obesidad el punto de equilibrio pueden ser 150 kg, lo cual provoca que tanto bajar como subir de peso de manera estable en el tiempo no sea fácil. Casi cualquier intervención tenderá a retornar hacia esta media.
En este sentido, nos encontramos con varios elementos que son capaces de modificar la respuesta catabólica en base a los estímulos percibidos. Uno de ellos es el apetito, influido por la concentración de hormonas ghrelina y leptina. A su vez estas responden al gasto energético, a la cantidad de tejido adiposo blanco y a la propia lipólisis.
¿Y todo esto que quiere decir? Pues que si el gasto energético y la disipación de calor aumentan por un estresor (frío), probablemente también lo haga el apetito para incrementar la ingesta y así equilibrar posteriormente la balanza. ¿Aumenta entonces el hambre al pasar frío? Muy probablemente.
Te pondré un ejemplo sencillo (que no puedo justificar con ciencia, creo). ¿Normalmente sientes más apetito después de una sesión de natación o de una de carrera? ¿Nadar da más hambre verdad? Y esto es así aunque el esfuerzo percibido haya sido menor. ¿Qué cambia aquí? Fundamentalmente el fluido en el que estamos envueltos. El gasto energético de la natación no tiene por qué ser superior al de la carrera. Pero el agua puede ser más eficiente a la hora de enfriar nuestro cuerpo, y por lo tanto de activar estas termogeninas ya comentadas.
Exponerse al frío puede ser una estrategia válida para perder peso debido a un incremento de la termogénesis para mantener el calor.
¿Cómo exponerse al frío para perder peso?
Ahora que más o menos tenemos claro el mecanismo, e incluso ciertas hipótesis al respecto, solo nos quedaría definir cómo emplear la exposición al frío para perder peso de manera eficiente. Es todo un reto, sin duda. Lo primero que tenemos que concretar es el protocolo de aplicación. No hay nada muy bien establecido. Como comentábamos, los resultados de los ensayos hasta ahora son heterogéneos.
Eso sí, probablemente no haya que emplear agua tan fría como para reducir la respuesta inflamatoria tras un entreno intenso. 12 grados de temperatura podría ser más que suficiente. Quizás lo interesante aquí sea pasar un tiempo adecuado bajo este estresor, más que reducir la temperatura soportada todo lo posible. Y habrá que hacerlo con frecuencia claro. De nada vale una exposición puntual.
No obstante, lo que marcará la diferencia será el control posterior del apetito y de las posibles conductas compensatorias señalizadas también por el propio organismo de manera autónoma. Lo mejor que podemos hacer al respecto es consumir suficiente proteína, ya que asegura la viabilidad del tejido magro al tiempo que suprime la señal del hambre con eficiente.
Pasar frío para perder peso
Como ves, hay ciertos mecanismos estresores que se pueden emplear para perder peso. Hace cientos de años la obesidad era infrecuente, y las patologías metabólicas no eran uno de los principales problemas de salud como en la actualidad. Esto se debe a la baja disponibilidad de alimentos y a los mecanismos que tenía que poner en marcha el organismo para mantener la homeostasis, consumiendo siempre energía para ello.
Al fin y al cabo, hoy en día si tenemos frío ponemos la calefacción. Un combustible externo a nuestro cuerpo cumple la función que debería desarrollar nuestro organismo. Es cómodo, pero no sabemos hasta que punto es bueno. Quizás con moderación no resulte problemático, pero está claro que mucha gente no hará un buen uso de estos recursos. Acercarnos un poco más (y con cierta moderación) a un estilo de vida primitivo, aunque empleando a nuestro favor la tecnología actual, puede que sea una excelente estrategia para ganar salud.
Fuentes bibliográficas
- Ikeda, K., & Yamada, T. (2020). UCP1 Dependent and Independent Thermogenesis in Brown and Beige Adipocytes. Frontiers in endocrinology, 11, 498. https://doi.org/10.3389/fendo.2020.00498
- Presby, D. M., Jackman, M. R., Rudolph, M. C., Sherk, V. D., Foright, R. M., Houck, J. A., Johnson, G. C., Orlicky, D. J., Melanson, E. L., Higgins, J. A., & MacLean, P. S. (2019). Compensation for cold-induced thermogenesis during weight loss maintenance and regain. American journal of physiology. Endocrinology and metabolism, 316(5), E977–E986. https://doi.org/10.1152/ajpendo.00543.2018