Los alimentos funcionales son comestibles a los que se les ha añadido algún tipo de nutriente o compuesto para potenciar sus funciones y efectos sobre el organismo. De este modo tienen un valor nutricional mayor y pueden servir para evitar déficits o para contribuir a cubrir los requerimientos diarios. En los últimos años se han puesto de moda y su mercado se incrementó notablemente.
Pero antes de comenzar hay que destacar que la base de una buena alimentación son los productos frescos. Una vez que la dieta está bien pautada puede tener sentido incluir ciertos suplementos o productos para llegar a aportar un beneficio extra, pero todos estos no servirán de nada si la calidad del régimen diario no es elevada.
¿Qué son los alimentos funcionales?
La característica fundamental de los alimentos funcionales es la de aportar nutrientes extra para cubrir una carencia o potenciar la salud. Generalmente cuentan en su interior con una dosis extra de ciertas vitaminas, minerales o antioxidantes que se añaden antes del consumo y que no estaban propiamente en el producto inicial, o al menos no en una cantidad elevada.
El objetivo de los alimentos funcionales es asegurar que se llega a las cantidades diarias recomendadas de los principales elementos que necesita el organismo para desarrollar sus funciones con eficiencia. De este modo el sistema inmune se ve potenciado, al tiempo que se puede prevenir la aparición de patologías crónicas y complejas.
Un ejemplo clásico de alimentos funcionales es la leche enriquecida con ácidos grasos omega 3. Generalmente la concentración en estos ácidos poliinsaturados de la bebida no es elevada. Pero es posible añadir una buena cantidad de DHA+EPA para de esta manera ayudar a aumentar la ingesta dietética y controlar los niveles de inflamación. Ahora bien, esto requiere de cierta tecnología alimentaria para lograr que no se alteren las propiedades organolépticas del comestible.
Beneficios de los alimentos funcionales
Entre los principales beneficios de los alimentos funcionales podemos destacar el apoyo a la respuesta inmune, la mejora de la salud digestiva y la reducción en el riesgo de desarrollar patologías crónicas. Normalmente los elementos que se añaden son vitamina D, ácidos grasos omega 3, fibra, antioxidantes u otros compuestos bioactivos que provocan un impacto sobre el organismo. En los últimos años también ha proliferado el número de estos comestibles que contienen probióticos.
Además algunos alimentos funcionales pueden ser interesantes para asegurar un mejor control del peso. Al concentrar dosis mayores de fibra o incluso proteínas son capaces de incrementar la sensación de saciedad, provocando menos picoteos entre horas. Es algo fundamental a la hora de garantizar la adherencia a una pauta y su sostenibilidad.
Ahora bien, hemos de tener en cuenta que en el mercado nos encontramos algunos de estos productos que pueden ser considerados como ultraprocesados industriales de mala calidad. Si en su interior existen grandes cantidades de aditivos artificiales no serían óptimos para incluir en la dieta de manera regular. Y del mismo modo hay que comentar que los etiquetados como «light» no entrarían dentro de este grupo de alimentos funcionales.
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Principales tipos de alimentos funcionales
Nos podemos encontrar en el mercado los siguientes productos:
- Enriquecidos con probióticos y prebióticos. Están enfocados a mejorar la salud digestiva y poseen tanto microorganismos vivos beneficiosos como fibras solubles que sirven de sustrato energético para ellos. Así se asegura que lleguen en buenas condiciones a la zona del tubo digestivo que han de colonizar para provocar el efecto.
- Con antioxidantes. Están diseñados fundamentalmente para potenciar la longevidad o para apoyar la recuperación deportiva. Logran contribuir a neutralizar la formación de radicales libres, sobre todo a nivel mitocondrial. Esto garantiza el mantenimiento de la homeostasis a nivel celular y reduce la formación de mutaciones espontáneas que pueden dar lugar a estructuras malignas.
- Fuentes de ácidos grasos omega 3. Son probablemente los más abundantes. Se enriquecen con DHA o con EPA, como es el caso de algunas variedades de leche. El objetivo es equilibrar la ingesta de omega 3 y de omega 6 dietético, para de este modo mantener regulada la inflamación y prevenir el desarrollo de patologías. Estos ácidos grasos son especialmente importantes para que el sistema cardiovascular se mantenga saludable.
- Alimentos con fibra. El objetivo fundamental de esta clase de productos es estimular el tránsito intestinal, facilitando la formación de heces y su descenso a través del tubo para tratar el estreñimiento. Además muchas fibras son capaces de fermentar gracias a la acción de las bacterias que habitan en el intestino, lo que conlleva la síntesis de ácidos grasos de cadena corta con capacidad antiinflamatoria.
Ejemplos de alimentos funcionales populares
Uno de los alimentos funcionales más consumido y a la vez más antiguo es el yogur. No requiere de procesos industriales complejos, solo de una fermentación láctica que asegura la proliferación de cepas de Lactobacillus y de Bifidobacterium. El kéfir también se puede incluir en este grupo. El consumo regular de ambos se ha asociado con una menor prevalencia de patologías complejas y con una mayor esperanza de vida.
Las leches o los huevos enriquecidos con omega 3 serían también ejemplos de alimentos funcionales cuyo consumo está bastante extendido. Contribuyen al buen funcionamiento del sistema cardiovascular, ayudando a controlar la inflamación y a potenciar la respuesta inmune frente a los patógenos.
Los cereales fortificados con vitaminas y con minerales también se engloban dentro de este grupo de comestibles. Muchas veces se añade vitamina D, ya que es una de las más deficitarias y el mantenimiento de una concentración baja de la misma puede dar lugar a problemas de salud graves. Ahora bien, hay que fijarse en el etiquetado ya que habitualmente las cantidades de azúcares simples de los cereales son demasiado elevadas como para planificar un consumo rutinario de los mismos.
Por último podemos destacar la sal yodada como alimento funcional. En este caso se incorpora un mineral con el objetivo de mejorar el funcionamiento de la glándula tiroidea, ayudando a prevenir situaciones de hipotiroidismo o de bocio.
¿Son seguros los alimentos funcionales?
En la mayor parte de los casos los alimentos funcionales se consideran saludables. Pero es cierto que conviene comprobar el etiquetado para asegurarse. Por ejemplo, de forma clásica se ha recomendado la ingesta de margarina frente a la de mantequilla. Existen variedades de la misma que incluso cuentan con ácidos omega 3 añadidos. Sin embargo, en ningún caso la margarina es un buen producto. Para su formación hay que manipular los lípidos, provocando que una gran parte de los mismos se transformen en trans.
Por lo tanto no todos los alimentos catalogados como funcionales son adecuados. Tampoco quiere decir que curen enfermedades por si solos. Simplemente que presentan un contenido superior a sus homólogos en algún nutriente determinado, lo que puede llegar a suponer una ventaja. También existe la alternativa de suplementar por separado ese compuesto si existe o se sospecha de déficit.
En cualquier caso hay que tener claras las bases de la salud que son una dieta basada en alimentos frescos, la práctica de actividad física regular y un descanso óptimo cada noche. Solamente así se asegura una mayor longevidad.
Referencias bibliográficas
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