El agua es uno de los elementos predominantes en el cuerpo humano y el principal líquido que debemos incluir en nuestra dieta para garantizar un buen estado de hidratación. Aunque la cantidad diaria recomendada puede variar atendiendo a diferentes factores, se suele aconsejar consumir al menos un litro y medio de agua líquida, a parte de la contenida en los alimentos.
En la actualidad muchas personas cometen el error de beber menos cantidad de agua de la necesaria. Sustituyen este líquido por refrescos, zumos o alcohol. Estos no solo cuentan con calorías, azúcares o tóxicos en su interior, sino que no son capaces de asegurar un buen balance electrolítico. El impacto a medio plazo es significativo, tanto sobre el estado de composición corporal como sobre la salud.
Tipos de agua ¿Cuáles existen y en qué se diferencian?
Conocemos al agua como un líquido incoloro, inodoro e insípido. Pero existen diferentes variedades atendiendo a una serie de características que iremos describiendo. Desde luego no todas generan el mismo efecto a nivel fisiológico, algo que puede condicionar muchos procesos a medio plazo. Elegir una de calidad es fundamental.
Agua mineral
El agua mineral es aquella que contiene minerales disueltos en su interior, por lo que cuenta con un cierto potencial terapéutico. Es eficiente para garantizar un buen equilibrio respecto a los electrolitos, gracias a la sales, a los compuestos sulfurosos y a los gases. Generalmente se obtiene este agua de manera natural, aunque es posible también generarla artificialmente a partir de ciertos procesos químicos.
En la antigüedad el agua mineral se consumía de manera directa desde una fuente o pozo. Pero con el paso de los años se ha comenzado a embotellar, algo que puede alterar su perfil de salubridad debido al desprendimiento de microplásticos al interior del líquido.
Podemos distinguir a su vez varios tipos de agua mineral. La más común es la de mineralización débil, que cuenta con un residuo seco inferior a 50 mg/L. La de mineralización débil puede alcanzar hasta 1500 mg/L de residuo seco y la de mineralización fuerte supera dicha cantidad.
Además existe el agua mineral bicarbonatada, con más de 600 mg/L de bicarbonato, la sulfatada con más de 200 mg/L de sulfatos y la sódica con más de 200 mg/L de sodio. Pero estas variedades altas en ciertas sales no son muy frecuentes en el marco comercial. De hecho la de mineralización débil es la más frecuente, aunque no siempre la mejor alternativa.
Agua del grifo
El agua del grifo es potable, pero no estéril. En muchos países puede contener microorganismos patógenos y no siempre es adecuado su consumo. Generalmente tiene minerales disueltos como el calcio, el magnesio, el sodio o el potasio, pero en cantidades variables. La proporción de los mismos determina su dureza y su sabor.
Este líquido pasa por una serie de tratamientos previos a la llegada a los hogares para asegurar su calidad y seguridad. Se capta de fuentes naturales como ríos o acuíferos y se somete a filtración, sedimentación, desinfección y ajuste de pH. Esto último es muy importante para evitar que cause corrosión en las tuberías.
Sin embargo, debido al paso a través de estas estructuras es frecuente que contenga metales pesados como el plomo, el mercurio, el cadmio o el arsénico en su interior, en parte debido a los procesos de corrosión. Todos estos son tóxicos para el organismo humano, preocupando en especial los efectos sobre el sistema nervioso central.
Tampoco es nada interesante el cloro que se utiliza durante el proceso de desinfección. Mata las bacterias y los posibles patógenos, pero puede llegar a actuar como disruptor endocrino en el cuerpo humano, alterando la producción hormonal.
Agua purificada
En las últimas décadas se han inventado una serie de mecanismos para purificar el agua y liberarla de los posibles contaminantes. Se trata de unos filtros de carbón activo que actúan por intercambio iónico, llegando a eliminar más del 95 % de los tóxicos, impurezas y cloro del agua. Se pueden emplear tanto con el agua embotellada como con la del grifo, pues son eficaces incluso contra los microplásticos.
Existen varios tipos de filtros e incluso algunos que se instalan en el propio sistema de tuberías, acumulando posteriormente una cierta cantidad de agua en un depósito que se empleará de manera directa para el consumo. Ahora bien, los filtros tienen una vida útil que se debe respetar, ya que tras un número determinado de litros purificados su eficiencia se reduce significativamente.
Agua de manantial
El agua de manantial procede de fuentes subterráneas que emergen de forma natural. Es una de las consideradas de alta calidad debido a su contacto con diferentes capas de rocas y tierra, lo que asegura la presencia de sales y electrolitos de calidad. La concentración en electrolitos es muy equilibrada y beneficiosa para la salud. El pH suele encontrarse siempre entre 7,5 y 8,5, siendo adecuada para consumo humano.
A parte este líquido suele contener oxígeno disuelto, mejorando la claridad, la frescura e incluso el sabor de la misma. El grado de contaminación es muy bajo, aunque puede presentar microorganismos si no se trata de forma previa al consumo. También hay que tener en cuenta que el manantial puede llegar a estar contaminado si se encuentra cerca de una explotación agrícola o industrial que use pesticidas u otros químicos.
Agua destilada
Para finalizar nos queda el agua destilada. Su principal característica es que no cuenta con minerales disueltos en su interior. Por ello es muy pura en términos químicos, pero no apta para el consumo humano. Es cierto que no cuenta con patógenos o contaminantes, pero la ausencia de electrolitos provoca desequilibrios a nivel renal que pueden saldarse con problemas como la hiponatremia, potencialmente mortales.
El pH del agua destilada es cercano a 7 en el momento de su producción, pero en contacto con el aire absorbe CO2, bajando por lo tanto hasta 5,5-6,5. Realmente se usa como solvente en procesos químicos o en ciertos aparatos. Incluso en laboratorios para la preparación de medicamentos o de productos de limpieza tiene sentido.
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Impacto del agua en el organismo
El agua debería de ser el principal líquido incluido en la dieta. Pero como has visto, las propiedades varían según el tipo. Desde luego la destilada no es apta para el consumo. Lo preferente es consumir o la filtrada o aquella de manantial. Sin embargo, lo más frecuente es recurrir a las aguas minerales, en concreto de mineralización débil. Esto puede no ser muy ventajoso, ya que el sodio, potasio, calcio y otros elementos contenidos en el fluido contribuyen a mantener la homeostasis en el organismo.
Lo que preocupa actualmente es la posible presencia de microplásticos y de contaminantes dentro del agua, lo que puede afectar negativamente al estado de salud. Desde luego hay que tener cierto cuidado con el agua embotellada en envases de plástico. Se desaconseja bastante en la actualidad. Mucho más cuando hablamos de malas prácticas como conservar el recipiente y rellenarlo de manera periódica. Incluso si se deja a la exposición solar puede incrementarse el desprendimiento de las partículas.
Por lo general es adecuado conservar el agua en recipientes de cristal o de vidrio. Así se evita el consumo de una buena parte de los disruptores hormonales que pueden terminar incrementando el riesgo de enfermar. Y por supuesto, las evidencias actuales indican que el filtrado previo resulta una buena alternativa, eliminando hasta el 99 % de los contaminantes.
Tipos de filtración para el agua
Es importante conocer los diferentes mecanismos de filtrado que se pueden aplicar al agua para mejorar su calidad. El más simple de todos ellos es la filtración de sedimentos, que realmente elimina sólidos e impurezas pero no contaminantes o microorganismos. El carbón activado sí consigue atrapar elementos como el cloro, compuestos químicos o ciertos elementos volátiles, lo que lo convierte en una de las opciones más recomendables para mejorar el sabor y la salubridad de líquido.
Un mecanismo más complejo es la ósmosis inversa que emplea una membrana para reducir los contaminantes, sales, metales pesados, químicos y microorganismos. Es el proceso que cuenta con mayor eficiencia a la hora de garantizar la calidad del agua, aunque se trata de un proceso lento con un costo operativo alto. No es válido para el hogar.
La filtración por intercambio iónico sí lo sería. Se emplean resinas que intercambian los iones del agua, ablandándola y reduciendo cantidad de calcio o de magnesio. Se emplea para tratar el agua dura, aunque no reduce contaminantes orgánicos.
Digamos que el carbón activado es la alternativa más práctica para emplear en casa. Existen muchas jarras con filtros que cuentan con láminas de dicho componente, mejorando el sabor y evitando la ingesta innecesaria de tóxicos. Está claro que a nivel industrial se emplean también otros procesos más complejos como la filtración ultravioleta contra los microorganismos o incluso la electrodeionización, pero requieren de recursos elevados.
¿Qué cantidad de agua hay que beber al día?
La dosis necesaria o recomendada de agua al día es un tema que genera bastante debate. Se ha colocado la referencia de los dos litros de manera internacional, pero es algo bastante voluble. En primer lugar depende del sexo y del nivel de masa muscular. El tejido magro requiere de mayor cantidad de líquido que el graso, por lo que las personas con mucho músculo han de beber más.
También influye la sudoración, que viene en parte determinada por las condiciones climatológicas y también por la genética. A mayor tasa de pérdida de agua por los poros o incluso a través de la orina mayor será también la necesidad de reposición. Desde luego es algo que se puede intuir observando el color de la orina, pues si es turbia, amarilla y con olor indica que el estado de hidratación no es bueno.
Por otra parte hay que analizar el tipo de dieta del individuo. Las personas que consumen muchos vegetales pueden llegar a precisar menor dosis de agua líquida como tal. Y es que estos alimentos ya la concentran en su interior, contribuyendo a la homeostasis en el organismo.
El uso de fármacos, suplementos, dosis elevadas de proteínas, un nivel de actividad física alto o el padecimiento de enfermedades renales, hepáticas o migrañas puede estar también relacionado con un incremento de las necesidades de agua en la dieta diaria. Sigue siendo algo muy personal, por lo que conviene hacer una evaluación previa. Es cierto que con 2 litros al día se suelen cubrir las necesidades de la mayor parte de la gente, pero en algunos casos se requiere más.
Hay que destacar que perdemos agua corporal total con el paso de los años, por lo que cuidar el estado de hidratación en las personas mayores se vuelve crítico. Una pérdida mayor de la esperada a través de la sudoración podría llegar a generar deshidratación y un incremento excesivo de la temperatura corporal.
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¿Es buena el agua con gas?
El agua con gas es aquella que tiene dióxido de carbono bajo presión en su interior. Se conoce también como carbonatada. Cuenta con la característica de la efervescencia como distintivo, pero también es diferente el pH, situándose en un rango de 4-5,5.
Es importante destacar que el agua con gas puede ser natural o artificial. La primera procede de manantiales que contienen minerales disueltos y dióxido de carbono. Esta se considera de alta calidad. La artificial se genera a partir de la adición de CO2 a agua purificada. Luego se le suelen añadir minerales para mejorar el sabor y las características organolépticas de la misma.
Desde el punto de vista de la salud el agua con gas puede llegar a estimular la producción de ácido gástrico e incluso a incrementar la saciedad. En dosis moderadas se considera hasta positiva. Pero también es cierto que genera erosión dental si se ingiere con frecuencia y puede aumentar la génesis de flatulencias o de incomodidades digestivas. Normalmente suele tener una cantidad de magnesio ligeramente superior, algo interesante para prevenir o corregir déficits de este mineral.
En líneas generales consumir agua con gas es bastante mejor que incluir en la dieta zumos o refrescos. Una alternativa también superior a las bebidas alcohólicas. Pero el agua mineral o filtrada debería de ser la principal fuente de hidratación.
Referencias bibliográficas
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