Conocemos como hipoclorhidria a un proceso patológico a través del cual el estómago pierde su capacidad para secretar ácido, lo que conlleva la aparición de varios problemas digestivos y nutricionales. Además puede verse agravado por el uso indiscriminado de omeprazol, uno de los fármacos más consumidos al menos en nuestro país. Normalmente se emplea de forma crónica para el tratamiento sintomatológico de un malestar gástrico cuyo foco no está correctamente identificado o no se consigue solucionar de otro modo.
Lo cierto es que la hipoclorhidria es relativamente frecuente en adultos mayores. Lo preocupante es que esta alteración se experimenta cada vez antes en las poblaciones de los países desarrollados. Y los hábitos de vida tienen tienen buena parte de la culpa. No solo la mala alimentación, sino también la exposición a los tóxicos o el estrés. Y lo peor de todo es que esto puede terminar generando problemas como el SIBO (sobrecrecimiento bacteriano en la porción proximal del intestino delgado).
¿Qué causa la hipoclorhidria?
Normalmente se identifica a la hipoclorhidria como uno de los principales cambios en el estómago de las personas mayores. Con el paso del tiempo la bolsa gástrica reduce su capacidad funcional y el ambiente ácido que se genera necesario para la digestión puede verse resentido. No obstante, el empleo de fármacos o las infecciones bacterianas (sobre todo H. Pylori) pueden contribuir al mantenimiento de un nivel bajo de ácido estomacal.
Además la cirugía es otro de los factores de riesgo, aunque se da en un porcentaje relativamente pequeño de la población. También la deficiencia de algunos nutrientes como el zinc. Por ello es clave asegurar que se cubren los requerimientos diarios, llegando a optar por la suplementación en caso de ser necesario.
Desde luego existen otras patologías que aumentan la incidencia de la hipoclorhidria, como es el caso del hipotiroidismo. Hasta la alteración de la función hipofisaria podría terminar reduciendo la liberación de los jugos gástricos, sobre todo una vez superados los 35 años de vida.
¿Cuáles son las consecuencias de la hipoclorhidria?
Como te habrás imaginado, el estómago necesita un ambiente ácido para ejecutar los procesos digestivos de manera correcta. Para ello secreta ácido clorhídrico dentro del propio jugo gástrico. Este apoya la función de la pepsina y ayuda a descomponer las proteínas, desnaturalizándolas, para así liberar los aminoácidos constituyentes.
Cuando el nivel de acidez no es el adecuado la descomposición proteica se ve negativamente afectada. Esto provoca putrefacción a medida que los nutrientes descienden a través del tuvo digestivo. Del mismo modo, el riesgo de que los carbohidratos terminen fermentando se incrementa, lo que dará lugar a gases y otras molestias de carácter intestinal.
Por si todo esto fuese poco, hay que tener en cuenta que la liberación de los jugos gástricos forma parte de un proceso en cadena, que posteriormente estimulará la secreción de ácidos biliares para la descomposición de las grasas en el tubo intestinal. En el caso de que la concentración de bilis sea insuficiente, los lípidos no se aprovecharán, originando déficits vitamínicos y problemas relacionados con la inflamación y el mantenimiento de la homeostasis.
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¿Qué problemas de salud genera la hipoclorhidria?
Como estarás suponiendo, la hipoclorhidria incrementa el riesgo de déficits nutricionales que atañen a todos los mecanismos fisiológicos del organismo. Pero es que los inconvenientes no se quedan solo aquí. Si el entorno estomacal no es lo suficientemente ácido puede que sobrevivan a la bolsa gástrica bacterias patógenas con capacidad para colonizar el tracto digestivo, provocando así disbiosis y SIBO.
Por lo tanto, muchas de las personas que se quejan de molestias atribuidas a la microbiota tienen en realidad problemas con la secreción de ácido clorhídrico, lo cual está generando modificaciones negativas en el conjunto bacteriano del tubo.
Pero no solo se experimentarán malas digestiones, dolor o cansancio a partir de esta patología. Se verá incrementado el riesgo de sufrir:
- Anemia.
- Intolerancias alimentarias.
- Cálculos biliares.
- Alteraciones en el perfil lipídico.
- Trastornos cardiovasculares.
- Osteoporosis.
¿Se puede tratar la hipoclorhidria?
Lo primero que hay que tener claro es cómo se realiza el diagnóstico de la enfermedad. Normalmente se realiza un examen físico y se comprueba el pH del estómago a través de la ingestión de una pequeña cápsula. Un valor de 3-5 podría denotar la existencia del problema, mientras que si el pH se mantiene por debajo de 3 suponemos que el ambiente es suficientemente ácido.
Desde luego, en la prevención de la hipoclorhidia, toman bastante importancia los hábitos de vida. Evitar el uso de fármacos “antiácidos” es fundamental. Pero también asegurar un correcto aporte de micronutrientes como el zinc. También de yodo, para evitar descontroles en el funcionamiento de la tiroides. Por supuesto, un buen descanso que reduzca el nivel de estrés ayudará a controlar el riesgo.
Ahora bien, una vez diagnosticada la hipoclorhidria es posible tomar una serie de decisiones que faciliten su tratamiento. La primera de ellas es la suplementación con betaína-HCL. En concreto con 324 mg durante las comidas, pudiendo administrarse también junto a 5 mg de pepsina.
De todos modos, se debe valorar también la oportunidad de incluir en la pauta de suplementación un compuesto con vitaminas del grupo B y ácido fólico. Hasta la ingesta de alimentos fermentados tendría beneficios. Ya no tanto para incrementar la síntesis de ácido como para reducir el riesgo de disbiosis posterior.
Hipoclorhidria, un problema cada vez más común
Cada vez más personas sufren de problemas intestinales y no son capaces de acertar correctamente con la causa que los genera. Se sobrediagnostica el síndrome del intestino irritable y no se le presta suficiente atención a afecciones como la hipoclorhidria u otros trastornos funcionales que pueden alterar la digestión y afectar a la composición de la microbiota. Además, debemos de sumarle a este problema la mala calidad de los alimentos que consumimos hoy en día, que junto con otros malos hábitos puede disparar la génesis de intolerancias y alergias. Desde luego, prestarle más atención al bienestar intestinal y a las bacterias que habitan en nuestro organismo marcará la diferencia a nivel de salud.
Referencias bibliográficas
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