Durante las últimas décadas el colesterol alto en una analítica sanguínea ha sido motivo de alarma para pacientes y profesionales. Sin embargo, esta cuestión está comenzando a cambiar, dadas las evidencias contradictorias recientes. La relación entre colesterol dietético o ingesta de grasa saturada y perfil lipídico ya es cosa del pasado. Pero el uso de las lipoproteínas como predictor del riesgo podría serlo también.
Lo primero que tenemos que dejar claro es que a la industria farmacológica siempre le ha interesado el tema de los marcadores. Normalmente suponen un valor numérico que permite catalogar a las personas como sanas o enfermas. Si además cuentas con un fármaco que sea capaz de actuar sobre dicho parámetro, y que tenga que ser administrado de forma crónica, obtienes un negocio muy lucrativo.
El problema de los estudios observacionales
La relación entre colesterol y salud se lleva estudiando desde mediados del siglo pasado. Quizás desde antes incluso. Pero muchos de los análisis más influyentes, como el «Estudio de los 7 países» son de tipo observacional. ¿Y cuál es el problema de esto? Pues que esta clase de ensayos permiten establecer correlaciones, pero no causalidad. Para confirmar hipótesis es preciso realizar estudios clínicos aleatorizados de forma posterior. Y no es fácil diseñar esta clase de trabajos cuando el seguimiento tendrá una duración media de 10 años.
A partir de aquí podríamos entrar en la polémica de si el «Estudio de los 7 países» ha sido manipulado intencionadamente o no. Pero no es objeto de este artículo. Lo importante es que a partir de dicho documento se comenzó a establecer equivocadamente una relación de causalidad que marcó el rumbo de la medicina en las siguientes décadas.
Pero resulta que años más tarde se demuestra, con ensayos clínicos aleatorizados, que las grasas y el colesterol dietético apenas influyen sobre el perfil lipídico. Se establece que, a excepción de las trans, no incrementan el riesgo cardiovascular. Y estos hallazgos le comienzan a dar la vuelta al marcador. La teoría inicial se derrumba por momentos.
¿Y en qué punto nos encontramos ahora?
Pues bien, seguimos sabiendo poco. Actualmente tenemos una línea de evidencia creciente basada en estudios observacionales que comienzan a encontrar relaciones inversas entre el colesterol total o LDL y el riesgo de muerte por cualquier causa o por ECV. De nuevo, no sirven para sacar conclusiones. Solo hipótesis. Un ejemplo sería el publicado en Lipids in Heatlh and Disease.
Los que conciben la medicina como una ideología, y no como una ciencia, argumentarán que estos trabajos se realizan en poblaciones limitadas, que no son siempre caucásicas, que hay variabilidad genética…Pero lo cierto es que la influencia de la genética sobre estos temas se desconoce totalmente.
Estos artículos no tienen como objetivo sentar una conclusión. Simplemente dudan de lo expuesto hasta el momento y encuentran correlaciones diferentes. Muchos de ellos con significación estadística. Los diseños además no son malos.
¿Entonces el colesterol no influye sobre el riesgo de muerte o de ECV?
Esta es una pregunta difícil de responder, un poco por lo expuesto hasta el momento. Lo que podríamos afirmar casi con toda seguridad es que la relación es cuanto menos compleja. Posiblemente una lipoproteína como elemento aislado no sea un buen predictor del riesgo. Al fin y al cabo hablamos de una partícula que transporta grasas. Pero si nos vamos al principio fisiológico de la aterosclerosis entendemos que para la génesis de las placas es fundamental la inflamación.
Por desgracia, el nivel de colesterol en sangre no ofrece ningún tipo del estado inflamatorio o redox del organismo. Haría falta una visión más de conjunto. Sea como fuere, en la mayor parte de los casos la interpretación de estos valores no es buena. De hecho, si acudimos a analíticas de deportistas de élite (yo particularmente tengo acceso a ellas de forma frecuente) podemos observar que los niveles de HLD, LDL y CT suelen superar los valores considerados como «saludables». Y a nadie se le ocurre medicarles para normalizar esta situación.
El problema de las estatinas
Hablemos para finalizar de la joya de la corona, las estatinas. Es la piedra angular de todo este entramado. Uno de los fármacos más consumidos y recetados. Y de los más eficaces, sin duda. Es capaz de reducir de manera totalmente eficiente los niveles de colesterol en sangre. Ahora bien, que esto se traduzca en menor riesgo cardiovascular…es otro cantar.
Cierto es que existen ECAs que concluyen que la administración de estos medicamentos protege frente a ECV y otros eventos adversos. Pero la mayor parte de ellos hace hincapié en la necesidad de valorar la relación riesgo-beneficio. Algo que no se hace actualmente. Y es que hablamos de un fármaco que provoca alteraciones serias a nivel fisiológico. Por ejemplo sobre el metabolismo de la glucosa. No olvidemos que la diabetes aumenta la incidencia de los problemas cardiovasculares.
Concluyendo, porque siempre hay que concluir algo
Una vez expuesto todo este asunto podemos zanjar una serie de cuestiones. La primera, siguen existiendo muchas dudas acerca de la influencia de las lipoproteínas sobre la salud. Segundo, tenemos más bien poca idea de cómo actúa la genética a la hora de modular estos riesgos. Tercero, se recetan estatinas de forma sistemática sin valorar los riesgos y de forma poco adecuada en muchos casos. Último, lo que sí sabemos es que los hábitos de vida saludables aumentan la mortalidad y reducen las patologías complejas. En este sentido son más eficientes que cualquier fármaco a nivel de prevención.
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